Image and video hosting by TinyPic

Menú

domingo, 18 de noviembre de 2012

I'LL BE PROUD...


I'LL BE PROUD...

No sé qué coño hacemos aquí. Andamos, corremos para llegar a tiempo y sin embargo parece que nuestro fin último es llegar tarde a nuestra meta: la muerte. Entonces, ¿por qué corremos? Y en esta pelota azul llena de mierda marrón, quien no corre es un vago, pero acaso no tiende la materia a conservarse en su estado de menor consumo de energía? ¿Por qué nosotros vamos contra-natura? ¿Por qué si el cuerpo nos pide descanso nosotros nos levantamos de la cama y nos tiramos de pie hasta que decidimos volver a acostarnos para levantarnos horas después cuando aún estamos en plena Rem y vuelta a empezar? Parece ser que el fundamento de una vida en sociedad es tener claro que cada uno tiene una función; no una función vital, pero sí una función en el contexto social, económico y cultural en el que vivimos. Y todo apunta a que si no cumplimos nuestra función la sociedad no cumplirá la función que concierne a posibilitar nuestra vida en dicho contexto económico, social y cultural. ¡Genial! Vosotros, lectores, seguro que tenéis una función y aspiráis a poder llegar a cumplirla a raja tabla: ¿vuestra vida es más fácil por ello? Estudiáis para cumplir una función, ¿os resulta sencillo? O puede que ya tengáis función, ¿os resulta más fácil vivir por el hecho de tener un trabajo? Claro que sí, porque en estos tiempos y en este país movido por cubos de basura de carne y hueso la necesidad de un trabajo para tener alguna opción de subsistir es incuestionable y la oferta de empleo es tremendamente insuficiente, pero a lo que quiero llegar es a que hemos evolucionado creando un sistema de vida en sociedad basado en infinidad de necesidades ficticias que no hacen más que entorpecer nuestro camino hacia la natural subsistencia y la felicidad. Vivir en sociedad no es más que vivir limitado por infinidad de normas civiles, legales y morales que surgen de los problemas que acarrea el hecho de crear vínculos y dependencias concernientes al resto de gente que nos rodea. ¿Cuáles son dichos problemas? Bien, no creo que haga falta hablar de ellos, además sería imposible hablar de todos y cada uno de ellos: no viviríamos para escribirlos. Pero hay uno que me enerva especialmente. Ya hemos dicho que en nuestra vida en sociedad debemos tener una función, un cometido, un objetivo. ¿Existen 7000 millones de cometidos distintos, uno para cada persona del planeta? No, ¿verdad? Nuestros objetivos van a depender en gran medida de nuestra personalidad, y esta en gran medida lo hará de nuestras circunstancias. Fijemos un objetivo: ahora luchemos por demostrar que hemos nacido para ello, luchemos por demostrar que somos adecuados, ¡compitamos! Compitamos dentro de una sociedad que se supone que estaba pensada para poder convivir pacíficamente, y hagamos así florecer a esa pequeña bacteria que nos mantiene vivos, pero que puede reproducirse y matarnos poco a poco hasta volvernos ciegos: el orgullo.

El orgullo, en esta sociedad individualista, sirve para mantener nuestro ego, para tener siempre presente aquello de lo que somos capaces y evitar que se nos trate como si nuestra valía no llegase a la huella de nuestros propios zapatos: Pero por orgullo tantas veces nos negamos a aprender, por orgullo tantas veces nos contradecimos… por orgullo nos negamos a ver que de los aciertos no se aprende, sino que se aprende de los errores, y si por orgullo no reconocemos cuando metemos la pata nos estamos estancando en la infancia, nos estamos negando a evolucionar, y cumpliremos años, pero en nuestra cabeza seguiremos creyendo que llevando una capa roja podremos volar. Por orgullo criticamos sin recibir autocrítica, es muy fácil darnos cuenta de cuando los demás la cagan, pero nos cuesta ver nuestra propia mierda, y no por falta de vista, si no por falta de COJONES, igual que nos damos cuenta de los errores ajenos, los demás se dan cuenta de los nuestros, y negándolos lo único que conseguimos es que los demás se den cuenta de que seguimos errando, y seguiremos haciéndolo hasta que pisemos esa mierda y reconozcamos que la hemos cagado.


Vomitar mierda por cada costado
es lo que yo he elegido,
que uno se siente bien con vudús
de papel y lápiz, muriendo
en cada aguja en forma de palabra
que se clava en el muñeco inerte,
de sangre, lana y veneno,
de esponjas de duchas viejas
e infantes canosos.

Y a veces vuelo alto y quiero echar raíces
para de una nube colgado dormitar,
y ver cómo el otoño aplasta
a esas hormigas gigantes,
a esos bolsillos de barro,
a los zombis recios
de tus catacumbas.
Quiero volar; hay veces
que me sobran los pies.


Dejemos que el orgullo nos mantenga en pie, pero que no
nos ciegue, porque entonces cuando tropecemos no nos
volveremos a levantar...


"Es curioso lo dulce y gratuitamente que usamos la palabra
MIERDA. Una palabra versátil, universal,
expresiva, que lo define todo y no define nada: es curioso
que nos repugne su olor y nos intimide tanto
pensar en su sabor y sin embargo la tengamos todo el día
en la boca.


Porque mierda somos y en mierda vivimos, y a la mierda
podéis iros si no véis que es mierda lo que
escribo. Y solo hablo de mierda cuando no la piso porque,
aunque parezca irónico, el sonar de las
pisadas, equiparable al saltar de un niño con sus botas
nuevas sobre un charco de agua, nos distrae del
pensamiento de que es mierda lo que pisamos.


La mierda no es marrón: la mierda es verde, roja, amarilla,
blanca, azul...; la mierda nos rodea: mierda
somos para un rico trajeado y mierda es su traje y su cabeza
para nosotros. Y a las pruebas me remito y
digo que huele a mierda; y con su olor me despido.


Mucha mierda."













No hay comentarios:

Publicar un comentario