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miércoles, 20 de febrero de 2013

Hoy

Apago la luz, deslizo los dedos por el interruptor.
No  lo creo, se me olvidaba lo injusta que era la vida, aunque supongo que debía mantener lo que siempre me repito para seguir adelante cuando esto pasa... de alguna manera hay un orden, una justicia por encima de todo.
Ahora no.
No hay justicia y mucho cansancio.

Cuán ilusa suelo ser, mirar la noche con luces que bailan, el árbol frente a la ventana siempre suave y armónico, ver la vida con color.
Y ahora qué, ¿todo en vano?
Cruje, se está desgarrando, oscuro, quemado.
Palpando el suelo descalza intentando no pisar infinitos trastos desparramados por la habitación, consigo llegar a la ventana y recordar algo que había olvidado, el origen del arte y su significado.

Cuando superas los pequeños obstáculos con esa constancia que agota, peleando día a día es de ser un gran luchador, viendo con entusiasmo lo que queda por llegar, lo bonito de las caídas y ostias varias.
Eso es una mierda, la lucha es cuando tienes al gran adversario frente a ti, que hace desgarrarte por dentro, que desequilibra la esperanza que llevas tiempo construyendo y acecha la luz, y tus pupilas se ennegrecen aún más. Siempre lo hemos sabido, son en estos momentos cuando damos un volantazo en la vida por la rabia y perdemos el hilo.
Mientras te queden armas en la espalda arrasa con lo que sea.


[...]Y que no importa que te mojes en la vida...




Encendí la luz, me senté en la cama y apoyé la espalda en la pared, sin saber a donde dirigirme. Las voces se apagaron, la paz entró por debajo de las puertas de odio que construyen este hogar e iluminó las paredes. 


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