WISH I WAS OLD AND A LITTLE SENTIMENTAL...
Asumida la realidad de nuestra dependencia de la sociedad,
¿cómo vivimos en ella? ¿Vivimos bien? ¿Mal? ¿Cómo y de qué manera lo hacemos?
En la cúspide de la pirámide está claro quién lleva los hilos, personas cuyos
sentimientos surgen por y para sí mismos. Aunque, viéndolo desde un punto de
vista poco más allá del antropocentrismo, podríamos pensar que cualquier
sentimiento dirigido hacia los demás no es más que un reflejo de nuestro
egocentrismo; me explico: pongamos como ejemplo una persona altruista en todos
los sentidos, ¿esta persona se siente bien porque hace el bien, o hace el bien
porque le hace sentir bien?, o dicho de otro modo, ¿busca en la ayuda
proporcionada a los demás un placer egoísta y propio, o su altruismo va más
allá de su mentalidad y busca en primera instancia el bien ajeno anteponiendo
su felicidad? En cualquier caso, está claro que los sentimientos surgen de las
relaciones, directas o indirectas, que establecemos con los demás, y que dichos
sentimientos varían en base al tipo de relación y la forma en que esta se
desarrolle. ¿Cómo influyen los sentimientos en nuestras vidas? Creo recordar
que en una de mis anteriores entradas mencioné una frase que escuché hace
relativamente poco: “Los sentimientos nos han ayudad a sobrevivir durante
muchísimos años, pero ahora nos están matando”. Lo que quiere decir esta frase
es que los sentimientos son útiles para organizar un sistema vital ordenado
para conseguir una convivencia eficiente y constructiva, pero a día de hoy los
sentimientos no hacen más que interferir en nuestra toma de decisiones. Si
existen otras especies que pueden llegar a desarrollar algo que podríamos
llamar vínculos afectivos, estos se basan en que dichas especies asocian su
propia supervivencia con los individuos en cuestión (las crías con su madre,
por ejemplo). En nuestro caso, si bien es cierto que desarrollamos vínculos en
base a esta lógica, otros como el amor surgen del instinto de supervivencia de
nuestra especie, del instinto sexual, y nos encaminan de manera enfermiza hacia
un deseo irracional de convivir junto a otra persona. Sentimientos como este
obstaculizan nuestro pensamiento analítico (ligado al hemisferio izquierdo de
nuestro cerebro) por existir mayor actividad en nuestro hemisferio derecho. El
amor, la compasión, el remordimiento… pueden llegar a ser patológicos, de modo
que interfieren en el correcto funcionamiento de nuestros sistemas nervioso y
endocrino (trastornos psicológicos, inhibición de hormonas como la serotonina,
la llamada “hormona de la felicidad…”), por lo que podemos concluir que vivir
en sociedad nos beneficia, pero no vivir “socializados”, es decir, no vivir esclavos
de nuestros sentimientos, que interfieren en nuestro razonamiento y que tantas
veces nos impiden ser felices… ¿Qué tal sería vivir sin sentimientos?:
"Trata de ser, por un segundo, una piedra; trata de rodar sin
saber que ruedas, correr sin saber que corres, volar sin saber que vuelas…
trata de amar sin sentir que te aceleras. Trata de ser rugoso y paciente, de
juguetear con las gotas precipitadas sobre tus ásperas carnes sin sentir que al
penetrar por cada uno de tus recovecos su humedad fría y punzante te va
congelando suave y lentamente los adentros. Trata de enfurecerte, rasgarte y arrancarte
tira a tira aquella mugre que hizo costra, y trata de percibir cómo el manto de
nubes que obscurecía el claro del cielo se deshace entre pinceladas rosadas y
anaranjadas que al poco comienzan a implosionar descubriendo su rostro más
lóbrego y taciturno y cerniéndose sobre tu pequeñez serena…
Trata de sentir que sientes sin sentir nada, sin temblar al
pensar en rozar las nubes y caer sintiendo el viento en tu contra arrancándose
en un fuerte cosquilleo traducido en miedo y felicidad y arrancándote un grito
ahogado por la falta de aliento al no poder respirar. Inténtalo e intenta
imaginarte tu final, impactando contra el suelo e infinitamente dolorido en
cada uno de los mil pedazos en que quedarías disgregado efervesciendo
velozmente sobre la faz rocosa. Ahora mézclate con las otras rocas, escucha
como ríen y lloran de alegría al saber que, aun más que ellas, eres sorda. Sí…
ahora eres un rompecabezas sin resolver, amiga,
y tus piezas vagarán inquietas anhelando sin anhelo aquel momento en que
otra batalla, otra guerra… otra lucha más las haga sentir pisoteadas y
hermanadas por el sentimiento… de no sentir nada.
Feliz, piedra, feliz… no desees tener mi piel, porque no
deseas…"
¿Y las locuras (por no decir gilipolleces) que hacemos tantísimas veces por que nuestros sentimientos nos ciegan?:
Corazones tallados a golpe de diente
en las paredes de un psiquiátrico.
Pastillas sin receta que saben a mierda
con agua de los charcos de algún barrizal.
Caléndulas podridas en macetas de barro;
sus pétalos naranjas de óxido y de azufre.
Canarios enjaulados en celdas de cieno
cantando serenatas a un amor perdido.
Mil cristales tintados con mil lágrimas negras
que tiñen las alas de los ángeles de gris.
Tormentas de plumas de pájaros de asfalto
que abrigan la locura con amor y mantas sucias.
Camisas de fuerza tejidas de mármol;
tejidas de piedra, de cal, de cemento.
Dinteles que coronan el hueco de luces
donde el sol se acuesta para no despertar.
Paredes acolchadas; bombillas fundidas
Cantos de sirena; pupilas dilatadas
Ojos al cielo; sangre en el suelo
bañada en agua de mar…
¡Gracias por leerme!
Buena entrada, pasaros por mi blog! :) gracias!
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